miércoles, 5 de marzo de 2014

“Los Pitbulls” de la Policía: ejecuciones y desapariciones al margen de la Ley (Randy)

Randy Vizcaíno desapareció del destacamento de Los Frailes, Santo Domingo Este, luego de ser detenido mientras se desplazaba en una motocicleta con dos de sus hijos y un amigo, el 13 de diciembre

“Los Pitbulls” de la Policía: ejecuciones y desapariciones al margen de la Ley (Randy)  

 Doña Ana y don Julio esperan que Randy aparezca

 

 e la policía interrogados en el Palacio de la Policía, sumado a las investigaciones y los datos suministrados por el director ejecutivo del Consejo Nacional de los Derechos Humanos (CONADEHU), supieron que una “banda” conocida como Los Pitbulls se llevó a su hijo esa noche.

Según los informes que manejan, el capitán Freddy Luciano y policías bajo el mando del coronel Báez Hubieras, jefe de la supuesta pandilla policial, raptaron Randy, una vez detenido en Los Frailes.
“He pensado tanto que puede estar vivo. Pero he escuchado que esa gente cuando agarran a una persona no es para guardarlo”, traga en seco, haciendo una leve pausa. “Creo que es para matarlo”.
¡Que aparezca vivo!
“Yo no duermo. Siempre me abrazaba y retozaba conmigo. Me halaba los pies. Me decía: mami, ¿qué usted me guardo de desayuno? ¿Qué usted va a hacer de comida?”, narra doña Ana.
Las lágrimas brotan de sus ojos mientras ve las fotografías de su hijo desaparecido. Toca la cama y gira las manos una y otra vez, dibujando un círculo. Aprieta el colchón y los dientes. “No tengo quien me anime. Él era quien más me animaba. Si está vivo, que vuelva. Estamos desesperados por él”.
“Espero que se haga justicia. Que esa gente me lo busque, porque el coronel Guzmán dijo que lo iba a buscar y que está vivo. Si dice que está vivo, ¿por qué no lo busca? Si sabe dónde está. ¿Dónde está? ¿Por qué no lo ha buscado?”, dice, a la vez que comenta que Randy nunca tuvo problemas con la justicia, por lo que no tiene motivos para estar escondido.
En la galería de la vetusta vivienda materna, Don Julio mantiene fija la mirada hacia la angosta calle, como quien busca algo entre la gente. Afuera, niños juegan y gritan alrededor de un charco de agua turbia, formado por las lluvias de la tarde.
“Quisiera que aparezca vivo. Sería la sorpresa más grande que voy a ver. Espero… si Dios me ayuda, pues tal vez esté vivo. Ellos lo que hacen es que matan seguido, pero como Dios es grande, puede que esté vivo”.
Doña Ana le acompaña en una mecedora. Respira profundo: “yo no quisiera que me lo entreguen muerto, no. Que me lo entreguen como se lo llevaron: vivo, como él se lo llevó”.

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